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COLUMNA DE OPINION: Un ejemplo a seguir. Orquestas juveniles de Venezuela
Música para romper el círculo de la pobreza. Desde hace casi treinta años, Venezuela viene demostrando en forma práctica que las orquestas sinfónicas juveniles pueden ser un increíble y apreciado instrumento para romper con el círculo vicioso de la pobreza.

El Sistema Nacional de Orquestas infanto-juveniles venezolano tiene en la actualidad ciento ochenta orquestas distribuídas en todo el país y contiene a ciento veinticinco mil chicos provenientes, en su gran mayoría, de los estratos sociales más bajos y marginados.

Se trata de un sistema piramidal que, en su cima, tiene como orgullosos ejemplos a músicos como Edicson Ruiz, un contrabajista nacido en una barriada popular de Caracas que, con dieciocho años se transformó por concurso, en el integrante más joven de la Orquesta Filarmónica de Berlín el año pasado.

Que la práctica orquestal sea la más consecuente política de Estado en un país que, como el resto de las naciones de América Latina, se caracteriza por la inconstancia institucional, se debe en gran medida a una persona: José Antonio Abreu.

Este músico, que inició el sistema en 1975 y llegó a ser ministro de Cultura durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, estuvo en Argentina junto con el ensamble Jóvenes Arcos de Venezuela, que ofreció dos conciertos gratuitos, como parte de la presentación en la Argentina de la empresa Petróleos de Venezuela y a la apertura de Interven Venezuela, sucursal Buenos Aires.

La Orquesta Jóvenes Arcos de Venezuela estuvo dirigida por otro de los orgullos del sistema, el también jovencísimo Gustavo Dudamel, violinista de 22 años que es director de la Orquesta Juvenil Nacional y fue invitado por Simon Rattle a dirigir a la Filarmónica de Berlín.

El 4 de octubre en el Salón de Actos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y el 5 de octubre en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, se escucharon obras de Bach, Vivaldi, Mozart, Tchaikovsky, Piazzolla, Plaza, Romero y Barber, por esta agrupación que es una buena muestra de que con el tiempo el sistema ha generado, además de contención social, artistas notables.

Ilustres difusores

No casualmente, dos de los más entusiastas difusores internacionales del sistema son el actual director de la Filarmónica de Berlín, Simon Rattle, y su antecesor, Claudio Abbado.

Abbado se fascinó con el proyecto durante una gira por Venezuela. Sostuvo en una reciente entrevista al diario español El País que José Antonio Abreu "es un hombre al que habría que darle el Premio Nobel de la Paz, pues ha fomentado los estudios musicales de ciento veinticnco mil jóvenes procedentes de villas miseria y otros espacios pobres, gracias a una fundación que compra instrumentos musicales para favorecer una integración social a través de la música".

Rattle viajó hace poco más de un mes especialmente a Caracas para dirigir a la Sinfónica Nacional Juvenil y a un coro multitudinario en la Sinfonía N° 2 Resurrección, de Mahler. Todo un espaldarazo para el sistema, como reconoce con orgullo José Antonio Abreu.

"La venida del maestro Rattle a Caracas culminó un ciclo estrecho y cálido entre la Filarmónica de Berlín y las orquestas juveniles de Venezuela -amplía Abreu-. El ciclo se inicia cuando en 1999 la Orquesta de Jóvenes de la Unión Europea, con Claudio Abbado, visita el país. Conoce el movimiento y decide invitar a la orquesta infantil de Venezuela. Desde entonces se creó un patronazgo artístico más que fructífero."

- ¿Cómo se logra que un proyecto de este tipo supere los vaivenes políticos que caracterizan a las naciones latinoamericanas?

- Con dos elementos importantes: la tenacidad y el esfuerzo. Hay que tener persistencia ante los obstáculos. Y luego, la demostración de resultados fehacientes, año tras año, es también crucial. Yo creo que se ha consolidado una conciencia en el país en juzgar el resultado social obtenido, algo que se ha comprobado reiteradamente a través de instancias internacionales que lo han estudiado científicamente. Ya en 1993 la Unesco le otorgó al sistema un premio internacional por su poderoso impacto social. Lo mismo ocurrió con la OEA y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

- En la Argentina, las experiencias de orquestas infanto-juveniles en barrios humildes dieron como resultado inmediato un notable mejoramiento del rendimiento escolar de los chicos participantes. ¿Era algo que usted previó de entrada?

- El BID está construyendo una sede en Caracas para el sistema que funcionará como un centro de acción social, con vocación iberoamericana. El banco, para aprobar el crédito, hizo un estudio de impacto sociocultural. Ese estudio anual demostró, entre otros elementos, que el ejercicio de la música, en vez de sustraer al niño de su actividad escolar, lo potencia como estudiante. Claramente, esta era una hipótesis que tuvimos desde el principio. El propósito era demostrar que el arte musical, más allá de lo estético, podría convertirse en un poderoso instrumento de desarrollo social. La orquesta sinfónica, en zonas de clase media y baja, genera una dinámica comunitaria muy fuerte. A través del instrumento, el chico se inserta en una actividad creadora que despierta su capacidad y su potencialidad intelectual, estética y social y le abre un camino en la vida. Y de hecho el sistema siempre estuvo adscripto al sector social del estado.

- ¿La creación de tantas orquestas sinfónicas tuvo su correlato en el surgimiento de nuevo público para esta música?

- Una de las grandes misiones cumplidas es la generación de una audiencia sinfónica. Las primeras orquestas reunieron a las familias y vecinos. Luego se crearon vastísimas audiencias en todas las regiones.

- ¿El sistema se plantea la salida laboral de los chicos que ingresan, o se piensa como una práctica amateur?

- El niño luego será adolescente y, finalmente, un adulto. Nos parecía imposible truncar el ciclo, iniciarle un camino y dejarlo a la vera en la mitad. Había que culminar con el sistema construido de la base a la cima. Así funciona hoy. Hay muchos destinos profesionales en torno al sistema. El primero es vivir de tocar, por ejemplo, en las orquestas provinciales del Estado. También están la docencia en el sistema o en las escuelas regulares del Estado.

- ¿La intención es que todos sean músicos?

- No. Pero si un muchacho se inscribe en Ingeniería, seguramente va a tener un perfil humanístico y con una alta escuela de ciudadanía, que se la va a haber dado la música. La práctica colectiva de la orquesta genera ciudadanía, esperanza, gozo y alegría. Anima al barrio, abre el horizonte. Este sistema, y en general el arte, resulta el mejor instrumento para romper el círculo vicioso de la pobreza. Porque el niño, pobre en lo material, a través de la música se convierte en rico espiritual. A través de esa riqueza es que multiplica su calidad y nivel de aspiraciones. Y se abre ese camino que tiene como ejemplo emblemático a Edicson Ruiz, surgido de un barrio de Caracas y hoy integrante de la Filarmónica de Berlín. Es evidente que hay una ruptura del círculo vicioso de la pobreza. Hasta hace pocos años se consideraba a la cultura un producto de elite, un mundo de minorías para minorías. Yo creo que la mayoría debe tener acceso al arte, la cultura, porque ésta genera sociedades humanas. Por Martín Liut (de la redacción de La Nación).

Claves del sistema

Venezuela en cifras:

• 125.000 son los chicos y jóvenes que integran actualmente el sistema de orquestas juveniles de Venezuela

• 180 son las orquestas juveniles e infantiles distribuidas en todo el país y que se crean en los barrios más humildes de cada localidad

• 1975 fue el año de inicio del sistema, creado por José Antonio Abreu

En la Argentina

No existe un sistema nacional que integre a este tipo de orquestas, aunque hay varias experiencias que llevan algunos años en Buenos Aires y diferentes ciudades del país.

En la ciudad de Buenos Aires, la Secretaría de Educación incluyó la creación de orquestas infanto-juveniles en las zonas de acción prioritarias. Así se crearon dos orquestas: una en Villa Lugano y otra en Villa Soldati. La más reciente funciona en la villa 31 de Retiro. Comenzaron con algunos instrumentos (violín, chelo, flauta y clarinete) y actualmente están completando con chicos la planta sinfónica.

La Orquesta de Lugano tocará en el Colón, en el Festival Argerich.

1 de Noviembre de 2004 Rubén Ferrero
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