Sin pretender dar una clase de historia, vamos a remontarnos a la Europa medieval, deteniéndonos en unos simpáticos personajes de aquella época: los juglares. Dueños de una notable inventiva, rápidos para responder y habilísimos en el juego de palabras, viajaban de lugar en lugar alegrando al pueblo con sus fábulas y cantándoles sucesos de actualidad, informando lo que acontecía en regiones lejanas. No era sencillo ser juglar: además de dominar el arte del canto y ser capaces de contar historias, debían actuar, hacer acrobacias y tocar más de diez instrumentos diferentes. Eran maestros del espectáculo y la improvisación, y disfrutaban de la admiración del pueblo, a pesar de ser rechazados por el clero y la nobleza: para ellos, su arte era pagano. A menudo eran contratados para interpretar canciones escritas por los trovadores de la época. Con el correr del tiempo, profesiones como la del juglar fueron desapareciendo... podemos encontrar alguna que otra similitud, aunque de todas formas muy lejana, en algunos de los cantautores de hoy en día. Si bien no tienen tantas ni tan dispares habilidades como aquellos hombres medievales, también musicalizan la realidad, y la presentan de una forma mucho más digerible.
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