Castelar, 31 de enero de 2002
Estimado amigo, colega u oyente:
Seguramente usted estará ya al tanto de que el grueso del personal en relación de dependencia de Radio Clásica S.A. ha sido despedido verbalmente sobre el final de la tarde del día martes. Catorce despidos, sobre un total de dieciocho empleados. La mayor parte a punto de cumplir, junto con la emisora, 15 años de compromiso con la empresa.
Al no haber recibido aún el telegrama correspondiente, la mayoría de nosotros concurrió ayer a la sede de Radio Nacional, Maipú 555, a cumplir nuestras tareas habituales. En el día de hoy, jueves, a pesar de no haber recibido aún algunos de nosotros las comunicaciones formales pertinentes, se nos negó directamente el derecho de ingresar a la emisora.
En algún sentido esto es una despedida. Previendo que acaso no haya ocasión de volver a vernos (o escucharnos, o leernos) en nuestra calidad de integrantes de un proyecto cultural como fue la emisora que vinimos haciendo durante todos estos años. Con aciertos y desaciertos, como todo proyecto. Con épocas mejores y peores. Pero siempre con verdadera pasión puesta a favor de nuestra tarea. O acaso esto sea el inicio de algo. Pero de momento no podemos apostar verdaderamente por ello.
En mi caso puntual, ingresé como corrector de Revista Clásica el 1° de julio del año 1993. Era su Secretario de Redacción (pero también en buena parte diagramador, diseñador, comentarista, crítico y -por supuesto- también corrector) cuando la revista se vendió y dejó de pertenecer a la empresa, en agosto de 1999. Luego participé en el diseño del sitio ClasicaOnLine y comencé a trabajar en la radio en sí. Fui uno de los programadores musicales de la FM 87.9 en su primera etapa, y también de la fugaz FM 103.5 Clásica Premium. Redactaba las agendas periodísticas, llevaba a cabo tareas de prensa, realizaba piezas gráficas de promoción y también los boletines con el detalle de la programación. También era responsable de un espacio, los miércoles de 10 a 11: "Música de dos mundos".
Todo eso sirvió de poco a la hora de la verdad. El último miércoles no pude siquiera despedirme de mis oyentes al aire. No se me permitió hacer el programa (tampoco pudo el Sr. Ramiro Albino, por la tarde, hacer su última "Ventana a la música antigua"). El mejor regalo del día me lo hizo una oyente llamada Gabriela, que lamentablemente perdió a su mamá hace apenas unos días. "No escuchaba la radio desde hace una semana -me explicó por teléfono. Pero hoy me levanté y me acordé que estaba tu programa, y prendí la radio porque siempre me hace bien escucharte." Disculpame, Gabriela. No me dejaron estar.
Gracias a todos ustedes por haber estado de un modo u otro del otro lado del micrófono (pero de este lado de nuestros corazones). Ahora yo me encuentro con una doble ignominia que todavía no sé cómo haré para manejar. Por un lado, obviamente, la ignominia de no tener cómo llevar lo indispensable para vivir a mi hogar y a mi familia. La de no saber cómo explicarle con palabras a mi hija de cuatro años por qué razón papá ya no tiene su trabajo. Por el otro, la ignominia de no tener ya ese espacio para crear que era para mí (para cada uno de nosotros) Radio Clásica (y antes también su Revista).
Por supuesto, no pienso renunciar así nomás a los nueve años de experiencia y aprendizaje que significó mi paso por Radio Clásica. Pero esta será otra historia, que tendrá que ver en todo caso con los avatares de la fortuna (que unas veces nos sonríe y otras parece burlarse), de la compleja situación que atraviesa el país y de otros factores de similar naturaleza.
Esto sí: Sin pretender abusar de mi condición de amigo, colega o mero conocido suyo a través de las páginas impresas o las ondas de radio, me permito pedirle muy sinceramente que me haga saber de cualquier oportunidad que pudiera serme útil a los fines de escapar, aunque fuese parcialmente, de las dos ignominias señaladas apenas dos párrafos más arriba. Le estaré ciertamente muy agradecido.
Con afecto (y aún cierto desconcierto) lo saluda,
|